jueves, 19 de mayo de 2011

LOS MINUSVÁLIDOS, EL SEXO Y LA SOCIEDAD

La situación, es cierto, va mejorando gradualmente y ya se permite que los minusválidos reciban asesoramiento sexual por expertos, pero hay que insistir en ello, sin hacer caso de utopías fingidas ni aceptar que le digan a uno que hay que vivir en la realidad si con ello se pretende que uno se convierta en monje o monja involuntario y que, encima, le guste.
El primer problema que hay que abordar no es la propia incapacidad, sino los prejuicios de los demás; la mayor parte de las enfermeras y enfermeros no se dignarían ayudar a una pareja de minusválidos a colocarse en posición para hacer el amor y muy pocas instituciones permiten a sus acogidos disponer de momentos y lugares donde estar a solas, aunque reconozcan teóricamente que existe la necesidad, aunque sea de masturbarse. Pero esta actitud se puede combatir con firmeza.
Si se lleva mucho tiempo inutilizado, habrá que vencer muchos temores y preocupaciones muy arraigados. Si el accidente ha sido reciente, habrá que encajar el golpe y recoger los pedazos que queden de uno mismo para ajustarse a la nueva vida. Es más fácil organizar la vida sexual cuando una de las partes de la pareja está sana y entera y ya ha tenido vida sexual, la cual habrá de modificar en consonancia.
Muchos parapléjicos pueden hacer el amor y disfrutarlo; los hombres suelen tener erección, aunque carezcan de sensibilidad de la cintura para abajo, y la sensibilidad extragenital aumenta en ambos sexos con la práctica.
Por encima de todo, hay que superar la idea de que nadie puede hacer el amor o tener placer con un minusválido, lo cual no es ni remotamente cierto: muchos pueden y lo hacen. De hecho, el reconocimiento de la necesidad de prestar ayuda especial a quienes tienen la movilidad disminuida, por ejemplo, puede ser el principio de un movimiento general en el campo de la medicina orientada a asistir sexualmente a todo el que lo necesite.
Ha sido precisamente la necesidad de estos individuos lo que ha hecho reconocer a médicos que existen graves lagunas en la asistencia y el asesoramiento sexual a nivel práctico para cualquiera. Las parejas que sufren de alguna incapacidad y se han ganado a pulso la vida sexual de que disfrutan son las que mejor pueden ayudar a quienes se encuentran en situación parecida a la que tuvieron que hacer frente ellos.
Corresponde a la investigación determinar hasta qué punto las prótesis sexuales pueden favorecer la vida sexual de los minusválidos, el cultivo de la sensación de la piel, los pechos y otras partes, o si la imaginación es el mejor remedio. Pensamos que las parejas promiscuas con buena experiencia pueden ayudar más que los médicos y psiquiatras, y desearíamos que se crease una organización que tuviese como fin la prestación de estos servicios; habrá mucha gente encantada y dispuesta a colaborar.
Decir sermones no sirve de nada y es difícil ayudar en el aspecto emocional de la invalidez a base de libros. En el aspecto físico y a nivel puramente mecánico se puede hacer mucho más. Muchas veces, la primera cosa que hay que vencer es lo mismo que aqueja a muchas personas robustas y sin lesiones: la idea de que el sexo se limita a los genitales y que la sexualización de cualquier otra parte del cuerpo es una perversión. Habrá que partir de la suposición de que el minusválido ya sabe que todo eso es falso y que está dispuesto a valerse de la piel, las manos, los pies, la boca y lo que sea, igual que su compañero o compañera.
Y vosotr@s que creéis, ¿ que se tendría que facilitar unos servicios para que las personas con alguna discapacidad puedan satisfacer sus necesidades?

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